¡Quiero que el pilates llegue a cualquier mujer que tenga ganas de ejercitarse con respeto y amor propio!
Todas somos capaces ¡y te lo voy a demostrar!
Crecí en un entorno que veía el ejercicio como una obligación, un sacrificio que hay que hacer para cambiar nuestro cuerpo y lograr un cuerpo “perfecto”.
Creía que la única manera de estar sana era hacer mucho cardio y levantar pesas sin parar en un gimnasio, actividades que NO me hacían feliz.
A los 15 años me diagnosticaron Síndrome de Ovarios Poliquísticos (SOP) y parte de mi tratamiento (a parte de mejorar alimentación), es hacer ejercicio, para lo cual los doctores siempre me han recomendado hacer cardio y pesas (todo lo que No me gusta hacer jajaja)
Amé esta práctica desde el día uno, porque combinaba todo lo que yo buscaba:
“¡Hizo que el Pilates se convirtiera en mi momento feliz del día!”
Es una práctica que me encanta tanto, que me ayudó a dejar de ver el ejercicio como una obligación, integrándolo a mi vida como una actividad que me divierte, me llena de buena energía, me ayuda a escuchar mi cuerpo y mi mente… En fin, una actividad NECESARIA en mi día a día para sentirme plena, sana y consciente
Paralelo a este descubrimiento, empecé mi carrera como Arquitecta, experimentando una gran pasión por esta profesión, pero también altos niveles de estrés que empezaron a perjudicar mi salud. Durante todo este tiempo Pilates siempre ha significado para mí, el momento de volver a mi centro, mi equilibrio, mi felicidad y mi paz.
Un día, una de mis instructoras de Pilates me hizo esta pregunta:
“¿Si no fueras Arquitecta, qué serías?»
A lo cual respondí sin dudar: “Sería instructora de Pilates como tú»
Esa pregunta me dejó marcada, y empecé a plantearme muy seriamente tomar ese camino. Amaba la idea de poder enseñar y acompañar a otras mujeres en sus prácticas, poderles transmitir todos los beneficios que nos puede traer el Pilates desde la primera clase, y sin duda, que se convirtiera también en su ¡Momento feliz del día!
Un día, una de mis instructoras de Pilates me hizo esta pregunta:
Esa pregunta me dejó marcada, y empecé a plantearme muy seriamente tomar ese camino. Amaba la idea de poder enseñar y acompañar a otras mujeres en sus prácticas, poderles transmitir todos los beneficios que nos puede traer el Pilates desde la primera clase, y sin duda, que se convirtiera también en su ¡Momento feliz del día!
Todo esto lo veía como una fantasía, un sueño muy lejano… ¿Cómo iba a dejar mi trabajo de Arquitecta, un buen sueldo, en una oficina reconocida, para dedicarme a dar clases de pilates? ¿Suena como una locura no?
¡Pero la realidad es que no podía apagar ese deseo en mi corazón! y gracias a mi familia, amigos y muuuuuuuuuuuucha terapia, decidí lanzarme al vacío y dedicarme a lo que realmente me apasionaba.
Me certifiqué como instructora y empezaron a llegar amigos que querían que les diera clases. Con muuucho miedo escénico accedí y poco a poco empezaron a correr la voz. Amigos le decían a sus esposas, sus esposas a sus amigas y en un abrir y cerrar de ojos, tenía una comunidad de hermosas personas que disfrutaban conectarse cada clase.
¡No lo podía creer, mi sueño se estaba volviendo realidad! y mi felicidad de motivar, acompañar y guiar a otros era infinita.
Hoy puedo decir que mi hobby se convirtió felizmente en mi trabajo y es una gran satisfacción para mi saber que todo lo que he aprendido y vivido durante estos años, le está dando increíbles beneficios a muchas mujeres en diferentes partes del mundo.
Hoy te puedo decir:
Hoy te quiero decir:
¡Únete a oh pilates y transformemos tu cuerpo a través del movimiento consciente!